miércoles, 19 de mayo de 2010

Haciendo ciencia en la dirección


Querido equipo,

Compartimos con ustedes una anécdota de Julio Cabrera, capacitador de Ensenada. ¡Gracias Julio por mandarnos esta historia!


La realización de la actividad de microscopio con las docentes de 6to grado merece un capitulo aparte. La escuela sufrió 3 robos en el último año. En uno de ellos se robaron los 2 microscopios que mandó Bicentenario. Cuando nos llegó el momento de hacer la actividad de observación de células al microscopio dijimos: “Sin los microscopios, ¿que hacemos?”. Las docentes me comentaron que existían en la escuela otros 2 microscopios pero que supuestamente estaban rotos. Me los dieron y los empezamos a investigar. Ambos eran buenos microscopios, sin espejito, con luz propia. Instalados en la Dirección (porque esta escuela no tiene un espacio propio para laboratorio), me di cuenta que uno de ellos no estaba tan mal. Lo armé (porque estaba todo desarmado), conseguimos un adaptador para enchufarlo, lo enchufamos y para nuestra sorpresa…¡¡la luz prendió!!

Faltaba armar un preparado, pero como consecuencia del robo había quedado un solo portaobjeto y ningún cubre. El ocular estaba algo rajado pero se veía bien igual. Las docentes fueron a la cocina de la escuela y aparecieron con un cuchillo y una cebolla. La cortamos, sacamos una pielcita (catafila), la colocamos en el portaobjeto, le agregamos una gota de agua y colocamos el preparado en el microscopio. Observamos y…..¡¡no se veía casi nada!!

Como buenos científicos, empezamos a pensar que era lo que estaba pasando y advertimos que al preparado le faltaba color, algo que resaltara los límites de las células y por qué no, sus núcleos. Le pusimos azul de metileno, miramos y se veía algo azulado, pero no había caso. Seguimos investigando y nos dimos cuenta que el preparado, al no estar tapado por el cubreobjeto, quedaba como muy “levantado”, muy grueso. Había que “aplastarlo” un poquito, pero ¡no teníamos con que hacerlo! No había cubreobjetos y el único porta estaba puesto en el microscopio. Así fue que empezamos a mirar a nuestro alrededor, buscando algo que hiciera las veces de “cubreobjeto”.

Miramos arriba de la mesa de la secretaria y había un paquete de galletitas de agua tipo “Traviata”. Con una tijera recortamos un pedacito (de la parte transparente) del paquete de galletitas, que tal vez nos podría servir como cubre. A todo esto, la Dirección estaba llena de gente: las dos maestras de 6to, la coordinadora de gestión del proyecto del distrito de Ensenada, la directora, la secretaria y yo, ¡haciendo ciencia en la Dirección! Entonces, agarramos el preparado y le colocamos encima nuestro plástico transparente a modo de cubre. La catáfila de la cebolla quedo hecha un sandwichito entre el vidrio del porta y el plástico del paquete de galletitas. Con toda la esperanza del mundo, pusimos nuestro preparado en el microscopio recientemente reparado. Me puse a mirar por el ocular, puse el objetivo en 100X, moví el macrométrico y luego el micrométrico y al grito de “se ven, se ven” todos se enteraron que allí estaban…¡¡las células de la catáfila de cebolla esperándonos para que les hechemos un vistazo!!

Todos los presentes disfrutaron de ellas por un instante. No contentos con eso, giramos el objetivo a 400X y pudimos inspeccionarlas más de cerca. Las docentes estaban fascinadas, contentas y expectantes con ganas de que sus alumnos vean de cerca como eran las células de las cebollas.